Las cosas deliciosas de la vida

¿Qué son las cosas deliciosas de la vida?

El viaje nunca acaba, hay que ver lo que ya se vio, ver en primavera lo que se vio en verano, ver de día lo que se vio de noche.

José Saramago. Viaje a Portugal.

Esta tarde volví a ver la película “Julia and Julia”,  Una película sobre gastronomía, sobre recetas, sobre comida, pero no solo eso. También es una película que habla de la vida y buscar una razón para que no duela, y si duele, que lo haga en menor medida.

La película habla de Julia Child, autora de un libro ya mítico sobre cocina “El arte de la cocina fracesa”. Julia es una americana que por motivos familiares vive en París (han trasladado allí a su marido). Y me diréis , claro París, cómo no inspirarse allí. Y seguro que no os falta razón. Al mismo tiempo pregunto ¿Te has dado cuenta de las cosas bellas del lugar en el que vives/resides?

Imagen de Oberholster Venita en Pixabay

La cuestión es que Julia comienza a buscar algo que le anime, un proyecto, y ese es la comida. Su caminar y sus experiencias son muy interesantes, no sin dificultades, no sin escollos. Por otro lado imposible ver el films y no contagiarse con las chispa de esa mujer apasionada por la vida. 

Todo en esa historia te conecta con los sentidos, y por ello, con la vida. Es embriagadora. 

Difícil visionar la película y que no te den ganas de comer, de cocinar, de salir a la calle, de hacer compras de comidas deliciosas y olorosas. 

Por otro lado, la película es la historia de un proyecto, el de Julie Powell, un proyecto personal que se convierte en un propósito vital. Y esta es una parte importante de la razón de ser de este artículo. Puede que no te interese la cocina, quizá ocurra lo contrario si te animas a ver la película. No obstante lo que toda persona necesita es un “algo” en lo que embarcarse. 

En tu caso pueden ser las plantas, la jardinería en general, la restauración de muebles, el dibujo, la música o la fotografía. Esto es lo de menos. 

Las personas necesitamos inspiración, una cosa, algo o alguien que nos anime a hacer emprender un camino nuevo o retomar uno que habíamos abandonado.

Mirar y entretenernos en las cosas deliciosas de la vida. En la belleza que también hay alrededor, y si no la hay buscarla. 

Salir a caminar, salir al campo. Ver una película con palomitas.  Pararte a respirar.

Si todo lo ves oscuro, si todo está oscuro ahora mismo para ti, es posible que te cueste iniciar algo en la dirección que se apunta en este artículo. Y eso es normal. En terapia trabajamos este aspecto. Ayudamos a quitar oscuridad, aportar luz para ver las cosas con más claridad e iniciar este camino que tenga en cuenta las cosas deliciosas de la vida.

En cualquier caso, hay muchas entradas en el blog que hablan del dolor, también otras que hablan de la esperanza. Y este que estás leyendo pertenece a estas últimas.

Hay un poema falsamente atribuido a Neruda y cuya autora es la escritora brasileña brasileña Martha Medeiros que dice que “Muere lentamente quién no va detrás de un sueño que hace tiempo le está desvelando”. Bueno pues un sueño podemos adaptarlo a la realidad si la realidad no se adapta al sueño.

Las cosas deliciosas de la vida son despertarse con el fresquito de la mañana y arroparse con las sábanas, el olor a tierra mojada por la lluvia, el tacto de un libro, el sonido de las cigarras en verano, y las propias noches de verano.

La llegada del otoño con su fiesta de colores. La otoñada que se aprecia, en los paisajes, en los árboles, en ir a buscar castañas.

Los pies descalzos sobre un césped, sobre la hierba o la arena de la playa. La vista puesta en las olas que viene y van. El aire fresco que viene del norte. Subir a la montaña o bajar al río. Recorrer su orilla, kilómetros y kilómetros. El sol en la cara un día de invierno. Encender la chimenea o el braserito. Un chocolate caliente. El olor a las tostadas. El del café recién hecho. Un ducha de agua o caliente o fría. Rodearse de cosas bonitas: los libros, los cuadernos, las fotografías, las estancias, la iluminación.

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Psicóloga Esperanza

Psicóloga Esperanza

La imagen de portada es de Jill Wellington en Pixabay